El 30 de mayo de 2020 Nicolás Maduro anunció un nuevo “esquema” para la venta de gasolina. Dijo, entre otras cosas, que habría dos precios: uno “internacional” y otro “subsidiado”. Sobre el primero dijo: “hemos dispuesto 200 estaciones de gasolina para que vendan libremente este producto super premium a precio internacional en moneda libremente convertible, en divisas, en petros,…con tarjeta. El precio va a ser el precio internacional que hemos fijado, que va a ser 0,5 centavos de dolar, el litro de gasolina. En Colombia creo que está en 0.7… 0.63 dólares. 63 centavos de dólar. Creo que en esto nadie se confunde. Nosotros lo estamos colocando en 50 centavos de dólar”. Estas bombas serían “gestionadas por empresarios privados que están trayendo su gasolina… para el que tenga acceso a moneda internacional”. El otro precio, de Bs.5.000, sería “subsidiado” en un 99,5% con respecto al “internacional”.

Los términos no eran nuevos y la noticia se esparció con ellos. A modo de ilustración, sirva el número de resultados de búsquedas en Google el 17 de junio de 2020, a las 8:00 pm. Cerca de 36.700 resultados correspondieron a la frase entrecomillada «gasolina a precio internacional» y 18.100 a “gasolina dolarizada”. Sin utilizar comillas, el conjunto de palabras gasolina dolarizada a precios internacionales contabilizó 316.000 resultados, que se reducían a cerca de 266.000 incluyendo la palabra Maduro. Para poner esto en contexto, estos resultados se obtuvieron junto con 17.500 para la frase «precios dolarizados«, 371.000 para la frase «inflación en dólares» y 1.440.000 para el par de palabras Venezuela y dolarización.

Estos términos forman parte de una narrativa, que definiremos como Robert J. Shiller, Nobel de Economía:

«I use the term narrative to mean a simple story or easily expressed explanation of events that many people want to bring up in conversation or on news or social media because it can be used to stimulate the concerns or emotions of others, and/or because it appears to advance self-interest. To be stimulating, it usually has some human interest either direct or implied… Mutations in narratives spring up randomly, just as in organisms in evolutionary biology, and when they are contagious, the mutated narratives generate seemingly unpredictable changes in the economy…»

Es posible que la narrativa que vinculó Caracazo y gasolina durante 31 años se haya debilitado, al punto de ser reemplazada por una mutación que vincula gasolina y dolarización. La primera narrativa tuvo consecuencias políticas, económicas y sociales. La segunda también las tendría. Por eso es importante detenerse en la precisión de los términos.

1. ¿El “precio internacional” de la gasolina es US$ 0,5 por litro?

La página GlobalPetrolPrices.com publica diariamente información recopilada para cada uno de los casi 150 países de su lista, en su propia moneda, permitiendo la conversión entre monedas para facilitar la comparaciones. A partir de sus registros, informó que el 15 junio de 2020 “el precio medio de la gasolina en todo el mundo” habría sido de US$ 0.95 por litro [Bs. 237.857,48], indicando que, “como regla general, los países más ricos tienen los precios más altos, mientras que los países más pobres y los países que producen y exportan petróleo tienen precios significativamente más bajos” como consecuencia, en parte, de “diferentes impuestos y subsidios para la gasolina”.

Una selección de países de su base de datos permite hacer algunas observaciones.

Gráfico 1

Nota: En esta base de datos, el precio de la gasolina registrado para Venezuela fue únicamente de Bs. 5.000 por litro (US$ 0,02), omitiéndose el precio de US$ 0,5. De haberse incluido este último, el promedio global hubiera sido mayor.

Según GlobalPetrolPrices.com, los precios de venta en Colombia, Brasil, algunas islas del Caribe, China y Estados Unidos, son diferentes unos de otros y todos superan los US$ 0,5 por litro. De estos precios, sólo el de Cuba superó los US$ 0,95 por litro, el promedio de precios. En esta lista, aparte del venezolano, el único precio inferior a $US 0,5 fue, precisamente, el de la gasolina de Irán… en Irán. Comparar el precio de un producto con el de vecinos, clientes y proveedores permite identificar oportunidades para comprar y vender, competir, hacer arbitraje y calcular, directa o indirectamente, el costo de tomar algunas decisiones. También para reconocer que la diferencia de precios puede ser una decisión provechosa, que no siempre implica arbitraje o pérdidas. Un monopolio discriminador que conozca las funciones de demanda en dos mercados diferentes puede optimizar vendiendo el mismo bien a precios distintos. Un mismo producto puede “empaquetarse” de diferentes maneras, y venderse a precios distintos. Tener los menores precios puede ser una ventaja para ganar mercados, sea por menores costos de producción o transacción, o por menores cargas fiscales. Para hacer estas comparaciones basta expresar precios en las mismas unidades: moneda, cantidad y tiempo, por lo menos. No es necesario definir un precio “internacional”.

No todos los modelos de economía internacional mencionan precio, precios o tasas de interés “internacionales”. En algunos casos, el propósito de los autores es describir lo que ocurre dentro de un “país pequeño”, donde los resultados de las políticas arancelarias, fiscales, monetarias y cambiarias internas dependen de variables “internacionales” dadas. En otros casos, los precios internos de bienes transables en cada país son denominados “internacionales” si se expresan en una misma moneda, para compararlos y estimar empíricamente el efecto de regímenes cambiarios y segmentación de mercados. En modelos que son parte de la  economía espacial, sin embargo, no hay “precio internacional”. Cada variedad producida en cada país debe venderse en todos a un precio óptimo para el productor, que cubra los costos de producción. Fuera del país del productor, el precio que paga el consumidor incluye además costos de transporte.

Recopilar y organizar información sobre precios internos de cada país es uno de los objetivos del Sistema de Cuentas Nacionales 2008, entendiendo que son “económicamente significativos” sólo si la producción se destina a un mercado donde “las ventas cubren la mayoría de los costos del productor y los consumidores son libres de escoger si compran o no y qué cantidad comprar sobre la base del precio que se cobra”. El precio pagado por el consumidor es distinto al recibido por el productor. Los precios de productor resultan de sumar a los precios básicos los impuestos sobre los productos (excluido el IVA facturado) y restarles las subvenciones. Los precios de comprador se obtienen sumándole a los precios de productor el IVA pagado por el comprador, gastos de transporte y márgenes comerciales mayoristas y minoristas. En el caso de bienes importados, el precio básico puede aproximarse a la valoración CIF (incluyen costo, seguro y fletes, en el puerto de entrada). En el caso de bienes exportados, a la valoración FOB (libre a bordo, en el puerto de salida). Tanto CIF como FOB son incoterms (international commercial terms), definidos justamente para delimitar responsabilidades de compradores y vendedores de mercancías que cruzan fronteras.

Definir un precio “internacional” a partir de uno o varios precios “internos” de uno o varios países es práctica frecuente, aunque discutible. La FAO, por ejemplo, denomina “precios internacionales de los cereales” los del trigo estadounidense de referencia (Nº 2 Hard Red Winter, FOB), el maíz estadounidense de referencia (Nº 2, Yellow, FOB) y el arroz tailandés de referencia (100% B, FOB). El Ministerio de Minas de Colombia comparó en 2016 un precio interno con un “precio referencia internacional” expresado en pesos por galón, presumiblemente uno de los registrados en Estados Unidos.

Gráfico 2

El SCN2008, por otra parte, se refiere a “precios internacionales promedio” únicamente para advertir que “es posible que las comparaciones entre dos países cualesquiera, basadas en los resultados multilaterales por bloque, no estén definidas de manera óptima”. No explica cómo calcularlos, aunque sí detalle la construcción de índices de precios internos “para derivar medidas de volumen en las cuentas nacionales: índices de precios al consumidor (IPC), índices de precios del productor (IPP), índices de precios de exportaciones (IPX), e índices de precios de importaciones (IPM). Los IPC son medidas de precios del comprador y los IPP son medidas de precios básicos. Los IPX son medidas de precios FOB; los IPM pueden medir precios FOB o CIF”.

Por lo tanto, al anunciar “el precio internacional que hemos fijado”, Maduro sólo anunció un precio interno, al consumidor, expresado en dólares, que no sabemos si está subsidiado o no.

2. ¿De qué dependen los precios de la gasolina?

Estados Unidos y Colombia, entre otros países, publican los componentes del precio de la gasolina que se vende en sus países. Para Estados Unidos, se publica una cifra mensual promedio, aunque el precio en cada región y cada ciudad difiere.

Gráfico 3

Fuente: EIA

 

En Colombia se publica una cifra para cada ciudad y cada tipo de gasolina. De estas destaca el reconocimiento de la participación de los costos de producción, distribución y comercialización, de los márgenes de ganancias sobre cada actividad, por una parte, y por otra del cobro de impuestos nacionales o regionales sobre el consumo de combustibles. Hay normas específicas para determinar el precio en los estados de frontera.

Gráfico 4

Fuente: SIPG

Para comparar precios es necesario expresarlos en las mismas unidades de cuenta, volumen y tiempo.  En el Gráfico 5 usaremos dólares por litro con frecuencia mensual, en lugar de pesos por galón con frecuencia diaria, como en el Gráfico 1.

Gráfico 5

Con mercados cambiarios funcionales, los precios relativos son independientes de la moneda. Por ejemplo, el precio de la gasolina en San Francisco en marzo de 2020 fue el doble del precio en Cúcuta, se exprese en pesos o en dólares. Utilizando DolarToday.com, el precio de la gasolina venezolana no llegó a 0,015 veces el de Cúcuta  en febrero de 2016, cuando alcanzó su máximo relativo entre diciembre de 2014 y marzo de 2020. No por eso el precio en Venezuela debe ser igual al de Cúcuta (para evitar el contrabando), ni al de San Francisco (para, suponiendo que pudo venderse en la ciudad más costosa en Estados Unidos, imputar recibir mayores ingresos a PDVSA).

Las preguntas relevantes son otras: ¿la gasolina debe tener un precio “económicamente significativo”, en el sentido del SCN2008, o no? Durante mucho tiempo no lo ha sido. De haber un subsidio, ¿de cuánto es? Según el SCN(2008), el subsidio explicaría la diferencia entre los precios básico y del productor. En 2016, en una “transacción inusual”, PDVSA recibió una subvención del Estado por $5.726 millones (Bs. 3.863.962 millones), monto que incluye “un reconocimiento de $3.692 millones (Bs. 2.491.399 millones) por concepto de venta de gasolina de motor de 91 y 95 octanos y $2.034 millones (Bs. 1.372.563 millones) por venta de combustible diésel”.

Por otra parte, informar sobre precios y no sobre cantidades es insuficiente. En Venezuela, por ejemplo, el precio oficial de la gasolina ha sido el mismo en todas las ciudades del país, pero la escasez de combustible no. Largas colas de vehículos, vistas en Caracas algunas semanas de 2020, han sido documentadas por años en Maracaibo, Mérida, San Cristóbal, Puerto Ordaz y otras ciudades del país. La escasez en los estados fronterizos se atribuyó al contrabando.  Según la BBC, PDVSA calculaba en 100.000 barriles diarios (un 5% de su producción total al día) los que pasaban en 2014 de Venezuela a Colombia, generando pérdidas por US$1.400 millones. Por ese el motivo, el consumo de gasolina en vehículos particulares ha sido racionado durante ocho años, imponiendo en los estados fronterizos el sistema TAG (Tarjeta de Administración de Gasolina o chip). Sin embargo, es improbable que la mayor parte del contrabando hubiera ocurrido por reventa. Las necesidades de transporte interno, el tiempo requerido para comprar en bombas y las dificultades para almacenar y transportar un líquido inflamable pueden haber hecho menos rentable el contrabando para los particulares de lo que parece, al comparar únicamente los precios entre países. Desconociendo la oferta mensual de combustible destinada a cada ciudad del país, ¿cómo descartar que las largas colas de consumidores hayan sido consecuencia de oferta insuficiente para consumo interno? A pesar del contrabando hacia Colombia, la cantidad disponible de gasolina en Caracas fue suficiente para regalarla entre marzo de 2018 y marzo de 2020, sin que surgieran colas ni mercados negros, ni dentro de Caracas ni en sus alrededores. En Puerto Ordaz sí hubo escasez. ¿Por qué no hubo colas en Caracas para revender en Puerto Ordaz? Quizás porque, según distancias.himmera.com, ambas ciudades están separadas por 656 km en carro, 8 horas y 46 litros de gasolina, aproximadamente.  ¿La gasolina de Puerto Ordaz se contrabandeó a Colombia? De ser el caso, es imposible que se llevara en carro hasta San Cristóbal, a 1238 km, 16 horas y 87 litros, o hasta Maracaibo, a 1283 km, 17 horas y 90 litros de gasolina.

Desconociendo los costos de importación, distribución y comercialización de la gasolina iraní y la cantidad ofrecida en cada estado del país a US$ 0,5, no es posible saber si tal precio es  “económicamente significativo”, ni si está subsidiado o no. Lo que sí podemos afirmar es que la unidad de medida para determinar qué tan subsidiado está el precio de Bs. 5.000 por litro no es el mal llamado precio “internacional”.

3. ¿El precio de la gasolina está dolarizado?

El anuncio de un precio de la gasolina a US$ 0,5 y otro a Bs. 5.000 por litro se hizo en un país donde, desde hace varios años, se ha repetido que los precios están dolarizados y los salarios no. El uso de dólares (en efectivo y por transferencia) para pagar alimentos fue presentado como evidencia de una dolarización de facto, llegando Maduro a afirmar en noviembre de 2019 (tras dos años de hiperinflación), que “ese proceso que llaman de dolarización puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía”. Ya en marzo de 2018, la idea de eliminar el bolívar y dolarizar plenamente la economía se había convertido en una propuesta de campaña presidencial. Sin embargo, que un precio de la gasolina se fije en dólares, pagadero en bolívares o petros, y el otro no, no significa que un precio esté “dolarizado” y el otro no. Ambos pueden pagarse en bolívares o en dólares, pero la regla de fijación de precios es diferente. Un precio está indexado y el otro no, y por eso la depreciación del bolívar ampliaría la brecha entre ambos. Es necesario repasar las definiciones: un precio en dólares no se “dolariza” cuando se expresa en la moneda de otro país. La dolarización no es una característica de los precios, sino de los países.

En 2000 el FMI publicó un trabajo que identificaba como motivos para demandar activos en moneda extranjera la sustitución de monedas y la sustitución de activos, como respuestas a “riesgos macroeconómicos, como la inestabilidad de los precios y las depresiones económicas prolongadas en muchos países en desarrollo”. En 1999, sus autores habían reconocido una tercera razón, que no era exclusiva de países en desarrollo: la búsqueda de un portafolio balanceado para reducir el riesgo general, como “parte de un proceso más amplio de integración de los mercados financieros”. A pesar de reconocidos problemas con las fuentes de información, clasificaron un conjunto de países según su grado de “dolarización” recurriendo a tres activos: depósitos en moneda extranjera mantenidos en la banca nacional, efectivo en moneda extranjera y depósitos mantenidos en bancos de otros países. Aunque estos últimos habrían podido considerarse “no representativos de dolarización por localizarse fuera del país”, valdrían sustitutos cercanos de depósitos en la banca nacional.

Medir el grado de dolarización de la economía venezolana o discutir a fondo las ventajas y desventajas de dolarizar plenamente o desdolarizar la economía venezolana excede el alcance de este artículo. Sin embargo, es necesario hacer algunos comentarios. Primero, que en Venezuela se usan dólares como medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor desde hace décadas. Esto ha permitido a permitido a sus tenedores utilizarlos para ahorrar, hacer importaciones, viajes al exterior, cambio de residencia e incluso comprar activos en el territorio nacional, como viviendas. Segundo, que ni siquiera atravesando una hiperinflación todos los residentes usan exclusivamente dólares, ni los usan del mismo modo, ni para todas las funciones del dinero. La circulación simultánea de bolívares y dólares permite la realización de más transacciones que la de una única moneda. Por eso existen marcadores para el tipo de cambio paralelo y establecimientos preparados para manejar ambas monedas a la vez. Prohibir la circulación del dólar o eliminar el bolívar, que sin duda circula a mayor velocidad que el dólar, crearía nuevos problemas sin resolver ninguno. Poner el énfasis en la conveniencia de dolarizar la economía o en la dolarización de los precios deja fuera de foco dos problemas: la disponibilidad de medios de pago y el empobrecimiento desigual de la población. Ambos problemas pueden subsistir con o sin hiperinflación, con y sin moneda nacional. Consideremos primero la disponibilidad de medios de pago para transacciones internas.

Parte de los dólares en efectivo o por transferencias que se usan dentro del país entran y salen de la economía subterránea, que el SCN2008 prefiere denominar economía no observada: “el volumen actividades económicas que escapa de las recopilaciones de datos estadísticos y de las fuentes administrativas”, no necesariamente por ser ilegales o informales. En Venezuela, el tamaño de esta economía y sus interacciones con la “observada” deben ser  particularmente significativos, teniendo en cuenta que, apenas el 17 de noviembre de 2019, el uso interno de dólares pasó de ser “criminal” a ser una “válvula de escape” en el discurso de Maduro, luego de casi 17 años de control de cambios.

Por el control de cambios, el sistema bancario venezolano estuvo impedido de recibir depósitos y hacer préstamos en dólares. Luego, al menos a partir de 2016, sus tarjetas de crédito dejaron de ser aceptadas en otros países. Sin embargo, el aislamiento y encogimiento de la banca nacional no impidió la apertura de cuentas y la adquisición de monedas y otros activos en el exterior por parte del sector privado venezolano. Según un registro oficial, disponible en la Posición de Inversión Internacional compilada por el BCV, la acumulación de activos en moneda y depósitos igualó el total de activos netos del sector en 2017-2018, mientras los pasivos del sector público superaban los activos. Sin embargo, no sabemos cuántos de esos recursos privados son ahorros, ni cuántos, cuándo y cómo se destinarían a transacciones dentro de Venezuela.

Gráfico 6

Fuente: BCV

Las transferencias bancarias tienen costos por comisión. Instrumentos como Zelle no pueden utilizarse para transacciones cotidianas sin riesgo de suspensión de servicio. Con respecto a las remesas, se desconoce la proporción de divisas que cambian de cuentas (en el exterior) para que los familiares puedan depositar bolívares (en cuentas en Venezuela), o que son utilizadas para comprar bienes o servicios enviados al país. Es muy difícil determinar la cantidad de efectivo disponible , las entradas y salidas de billetes, la velocidad de circulación en transacciones internas, el monto que pudiera provenir de lavado de dinero y la proporción que aún puede mantenerse “atesorada” como ahorro, entre otras cosas. Sí se sabe que, aun disponiendo de dólares, no todos pueden utilizarlos por no tener billetes en un estado aceptable o en las denominaciones necesarias para pagos exactos.

El uso de dólares en efectivo para pagar gasolina (o de transferencias para otros bienes o activos) no expresa necesariamente preferencia por el dólar como medio de cambio para pagos internos. Utilizar dólares, pudiendo utilizarse bolívares, evidencia la inexistencia de suficientes medios de pago denominados en moneda nacional. No hay suficientes billetes por el costosísimo retraso en la actualización del cono monetario impuesto en 2008 y la inadecuada reconversión monetaria de 2018, en medio de una hiperinflación.

Gráfico 7

Fuente: BCV

Notas: (1) Se refiere a las monedas y billetes puestos en circulación por parte del BCV menos las monedas y billetes de las instituciones financieras bancarias. (2) Incluye los bonos financieros y quirografarios.

Tampoco hay suficientes bolívares disponibles por crédito bancario, porque al encogimiento patrimonial del sistema financiero se añadió un nuevo aumento del encaje legal ordinario (de 31% a 57%) y del encaje marginal (de 60% a 100%) a partir del 11 de febrero de 2019. Los efectos de la medida sobre los costos de intermediación se reflejaron de inmediato en el alza de la tasa  interbancaria y en la caída brusca de M2 (que incluye la expansión secundaria de la banca) con respecto a la base monetaria (cuyas fuentes provienen exclusivamente del BCV). Tras la medida, también se acentuó la contracción del valor real de M2 y de la parte de M2 correspondiente a monedas y billetes (emitidos exclusivamente por el BCV), que había comenzado meses antes. Comparativamente, el valor real de la base monetaria se redujo suavemente, sin quiebres, durante el mismo período.  Sin embargo, entre febrero de 2019 y marzo de 2020 la base se incrementó en 2586% en términos nominales, el IPC en 3312%, el marcador del paralelo Dólar Today en 2382% y el tipo de cambio oficial para la venta del BCV en 2261,6%.

Gráfico 8

Fuente: BCV

El incremento de los precios al consumidor, recogido en índices, ha sido diferente entre grupos de bienes y servicios. Su velocidad ha sido distinta a la del marcador Dólar Today del dólar paralelo. Entre septiembre de 2016 y diciembre de 2017 ocurrió una depreciación real, puesto que el incremento del paralelo fue el más rápido. Entonces César Gallo resumía una opinión que, según él, “muy probablemente apoyaría la mayoría de la población, en particular los más pobres:… oficializar la dolarización completa de la economía sería una medida democrática e incluyente,… una medida de justicia” porque derrotaría la inflación, “principal enemigo de los pobres”. Pero, a partir de 2018,  ocurrió una apreciación real, porque el IPC aumentó más rápido que el paralelo. A esto se llamó rápidamente, “inflación en dólares”, aunque la expresión era innecesaria y confusa.

Gráfico 9

Fuente: BCV

El precio de un bien puede subir cuando su demanda se incrementa más que su oferta, o cuando su oferta cae más que su demanda. Hay múltiples vinculaciones entre ofertas y demandas de bienes, servicios y activos. Las interacciones ocurren entre individuos con distintas percepciones sobre las características de transacciones que ocurren a nivel regional, nacional e internacional. ¿Por qué se dice con tanta insistencia que los precios se dolarizaron y que incluso hubo inflación en dólares, si pueden utilizarse bolívares como unidad de cuenta y el medio de pago? Quizás porque los ingresos en bolívares de la mayoría no se incrementaron a la misma velocidad que la más rápida entre inflación y depreciación. Pero ¿esto debe atribuírsele a las monedas que circulan en la economía o a la destrucción de redes y capacidades productivas que hizo caer el PIB en 2019 por debajo de la mitad del registrado en 2013? Sugerir que eliminar la moneda nacional resolvería con una única decisión inflación y depreciación es como proponer que el precio interno de la gasolina sea igual al de otro país.

4. ¿Hay relación entre el precio de la gasolina y el precio del dólar?

Para explicar el comportamiento del tipo de cambio es necesario conocer los determinantes de la oferta y la demanda de cada moneda. Cuando se dispone de un mercado ordenado de divisas, la publicación de esta información es de interés público, puesto que permite la planificación de actividades privadas y la interpretación de las políticas económicas. La abundancia de información de fácil acceso, disponible en las páginas web del Banco de la República y distintos organismos del Estado colombiano, por ejemplo, permite una discusión amplia y detallada en un ambiente de notable estabilidad de precios y de cambios.

Gráfico 10

Desde 2003 no es el caso de Venezuela, donde la imposición del control de cambios y sus sucesivas mutaciones llevó a la adopción de una serie de medidas indirectas para calcular un marcador referencial para transacciones paralelas. Entre 2003 y 2016 se utilizaron sucesivamente como referencias el dólar ADR de la CANTV (2003 a 2007), dólar permuta (2007 a 2010), dólar implícito (2010 a 2013) y dólar Cúcuta (2013 a 2016). Ninguno era un precio de “equilibrio”, en el sentido de que resultaran de igualar la oferta y demanda de dólares a cambio de bolívares. Baste examinar dos casos: el dólar implícito y el dólar Cúcuta, que fueron publicados por DolarToday.com desde 2010. El implícito se calculaba dividiendo la liquidez monetaria (M2) entre las reservas internacionales, sin tener en cuenta que los bolívares no se utilizaban sólo para comprar dólares, y que los dólares (y el oro) de las reservas eran, precisamente, los que no se habían vendido. El dólar Cúcuta, se calculaba en dos pasos: conocido el precio de un peso en bolívares y el precio de un dólar en pesos, se calculaba el precio de un dólar en bolívares… en Cúcuta. De este modo, precios relacionados con la oferta y demanda de dólares en Colombia, y de bolívares en Cúcuta, eran los que utilizaba DolarToday.com para calcular un marcador generalmente aceptado en Venezuela. En una serie de artículos publicados por Prodavinci sugerí que uno de los motivos para demandar bolívares en Cúcuta, a cambio de dólares o pesos, era la compra de gasolina y otros bienes con precios controlados, que luego podrían destinarse al contrabando. Por supuesto, podía haber otros motivos, pero de ser este uno, el incremento del precio de la gasolina podía incrementar la demanda de bolívares y hacer más lento, o incluso revertir, el alza del paralelo.

El dólar Cúcuta dejó de ser la única referencia para el paralelo a partir de 2016. Dólar Instagram, dólar bitcoin y dólar corporativo se utilizaron hasta el 10 de abril de 2018, cuando la cuenta @MonitorDolarVe (en Twitter) comenzó a publicar nueve marcadores diferentes del dólar paralelo y su promedio.  El dólar Cúcuta quedó por debajo del promedio, sin que hubiera aparecido un nuevo precio de “equilibrio”. Este distanciamiento puede ilustrarse obteniendo un marcador “alternativo” del dólar en bolívares (a través del peso, construido con fuentes independientes entre sí, DolarWeb y Banrep) entre DólarToday.com. Entre abril de 2017 y junio de 2018 (cuando se interrumpe la serie de DolarWeb), este marcador alternativo pasó de ser casi 40% superior a DólarToday a cerca de un 15% de su valor. Sin embargo, entre octubre de 2018 hasta marzo de 2020 (cuando se reanuda la serie), puede verificarse que los valores del alternativo rondan los de DolarToday. Lo más llamativo es que, a partir de febrero de 2019, casi todos los valores publicados por el BCV del tipo de cambio promedio de transacciones a través del sistema bancario también se ubicaran cerca de los publicados por DólarToday.com, entre el 80% y el 100% de su valor.

Gráfico 11

Si las tres series siguen un comportamiento similar entre enero de 2019 y marzo de 2020, ¿es posible que una de ellas explique a las demás? ¿O que todas tengan determinantes similares? Si se pretende interpretar el tipo de cambio en Venezuela como un precio de mercado, o como una referencia en un mercado, la explicación de su comportamiento requiere identificar determinantes de la oferta y la demanda de dólares y de bolívares. Por eso importa la información. El Banco de la República de Colombia, además de precio de referencia, publica máximo, mínimo, de apertura, de cierre y ponderado, junto con el monto transado diario, el número de transacciones y un conjunto detallado y oportuno de cifras de cuentas nacionales, índices de precios, balanza de pagos y más. El BCV no.  Por eso no deja de ser curioso dividiendo datos publicados desde 2019 por dos páginas colombianas, sin conocer montos transados en Venezuela, sea posible obtener un marcador alternativo del paralelo tan cercano al tipo de cambio oficial publicado por el BCV.

¿Por qué los marcadores del paralelo pueden convertirse en elementos fundamentales de narrativas económicas, sin ser precios de equilibrio? Porque ambas monedas tienen demandantes. Si el bolívar no sirviera para nada, el marcador no existiría: para que uno pueda comprar dólares con bolívares, otro debe querer comprar bolívares con dólares. Los marcadores se convirtieron en instrumentos útiles para coordinar las interacciones entre precio aceptantes y negociadores y por esto, al levantar un control de cambios, los marcadores no necesariamente desaparecen. La persistencia del dólar blue y su influencia luego del levantamiento del “cepo” en Argentina es un ejemplo.

La relación entre el precio de la gasolina y el tipo de cambio en Venezuela no se limita al uso de bolívares, dólares y pesos para comprarla o venderla. Tienen mayor importancia los arreglos institucionales que posibilitan la difusión de información confiable, necesaria para mantener un ambiente no inflacionario.

5. ¿El aumento en el precio de la gasolina es inflacionario?

Cada incremento en el precio de la gasolina tiene un impacto sobre los precios en el país (con efectos distributivos desiguales sobre empresas y consumidores), pero no es inflacionario, en el sentido de que no produce un incremento sostenido de todos los precios. La hiperinflación que comenzó en 2017, ocurrió aunque el precio nominal de la gasolina sólo cambió una vez entre 1999 y 2020, en 2016. Es posible argumentar que, por el contrario, una de las causas de la hiperinflación fue haber fijado el precio de la gasolina mientras el BCV financiaba gasto público a través de PDVSA. El destino de este gasto es desconocido, pero no la proporción de activos netos del BCV en empresas públicas no financieras (EPNF) con respecto a la base monetaria (BM).

Entre febrero de 2018 y marzo de 2020 esta proporción tuvo dos picos destacados: uno en agosto de 2018, cuando fue Maduro anunció el Plan de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, y otro en enero de 2019, cuando el BCV anunció los nuevos encajes legales. Estos picos fueron de 4027% el primero y 7818% el segundo. El segundo pico coincidió con un incremento intermensual de 131% y 196,6% de la base monetaria y la inflación, respectivamente. Después, las tasas de inflación  entre marzo de 2019 y marzo de 2020 se mantuvieron bajo el umbral convencional de Cagan, con excepción de los meses de septiembre de 2019 (52,2%) y enero de 2020 (62,2%). En enero, los activos netos del BCV contra EPNF, vale decir, contra PDVSA, habían remontado hasta 4824,6% de la base monetaria.

Gráfico 12

Fuente: BCV

Del examen de las cifras precedentes es posible hacer cuatro observaciones: la primera, que el mayor registro de inflación mensual en la historia del BCV se hizo en enero de 2019, cuando las emisiones del BCV a favor de PDVSA (con respecto a la BM) alcanzaron el máximo entre 2018 y lo que va de 2020. La segunda, que también en enero de 2019 el BCV anunció el nuevo encaje sobre la banca, que entró en vigencia en febrero.  La tercera, que la tasa de inflación promedio durante 2019 fue menor que durante 2020. Cuarta, que la tasa de inflación intermensual desde febrero de 2019 ha mantenido cercana a la tasa de variación de la base monetaria, mientras se incrementa el peso de las emisiones a favor de PDVSA con respecto a la base monetaria.

Estas observaciones sugieren una hipótesis: el comportamiento de la tasa de inflación depende más de la base monetaria que de la liquidez y, por tanto, depende más del financiamiento a PDVSA que del crédito bancario. Por esta razón, tratar de contener la hiperinflación por medio del encaje creó nuevos problemas sin corregir el principal: el financiamiento monetario de gasto público. En este contexto, diseñar una regla para incrementar el precio de la gasolina era parte de un programa antiinflacionario preferible. Este resultado “paradójico” ya se obtuvo en Bolivia en 1986, puesto que los recursos obtenidos por la venta de gasolina sustituyeron parte de la emisión monetaria con la que su Banco Central financiaba gasto público. Por supuesto, detener una hiperinflación no basta para superar la pobreza, crear empresas y empleos bien remunerados y promover intercambio de bienes, servicios, activos y conocimientos en Venezuela y con otros países. Pero el modo como se determine el precio de la gasolina enviará múltiples señales a potenciales inversionistas dentro y fuera de Venezuela; a organismos multilaterales, prestamistas y acreedores; y a contribuyentes, asalariados y pensionados en el país. La definición transparente de las condiciones para la participación de empresas públicas y privadas no solo crearía incentivos para invertir en este sector, sino en otras ramas de actividad económica. La presentación de un presupuesto público coherente y de información oportuna y detallada facilitaría la planificación, las asociaciones público-privadas, la creación de empleos y el diseño de programas funcionales de seguridad social.

6. Gasolina en narrativas

El 27 de febrero de 2020, Enio Meleán escribió para el Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores  su versión de un párrafo escrito muchas veces desde 1989:

Carlos Andrés Pérez (CAP) “había pactado con el FMI con el llamado ´paquetazo´, que consistía en estrangular al pueblo para satisfacer las arcas del organismo multilateral. La receta contenía, no sólo el aumento de la gasolina que era bastante para arrodillar al pueblo y su economía, sino que también contemplaba arrebatarle el poder adquisitivo al soberano y negarle los derechos fundamentales a la vivienda, educación, alimentación, cultura y deporte de forma gratuita… ‘El Caracazo’ era el grito que sacudía a la nación contra la miseria, el hambre y la pobreza creada por la receta del neoliberalismo que implosionó con el aumento de la gasolina”.

Durante 31 años, las palabras Caracazo, Pérez, FMI, neoliberal y gasolina se han combinado en múltiples párrafos con la frase «explosión social«. Una búsqueda en Google utilizando estos términos ofreció cerca de 9,140 resultados el 28 de junio de 2020 a las 12:00 pm. La asociación entre algunos de ellos fue inmediata, puesto que, como recuerda César Batiz, el titular principal de El Mundo del 27 de febrero de 1989 fue “CAP mantiene decisión de firmar con el FMI” y el encabezado de la página “Estalló la violencia por el alza del pasaje”. El mismo CAP, en una larga entrevista concedida a Roberto Giusti en 1990, se refirió a lo ocurrido como una “explosión social”, con “causas hondas y profundas maduradas a lo largo del tiempo”, por lo cual sería “muy frívolo e irresponsable decir que el aumento del transporte fue algo más que un chispazo” y “ridículo” atribuirlo a las medidas del FMI, que comenzaron a aplicarse después. A la pregunta del periodista sobre una posible repetición, CAP la negó: “Explotó y punto”.

La explicación de CAP no prevaleció, aunque la “explosión social” que algunos temieron y otros desearon no ocurrió. Ha habido saqueos en Caracas y otras ciudades durante el siglo XXI, pero ninguno con la resonancia del Caracazo. Sin embargo, el recuerdo del Caracazo tuvo otra consecuencia: fue incorporado como parte de una “narrativa”, en el sentido de Shiller. En sus palabras:

Narratives are human constructs that are mixtures of fact and emotion and human interest and other extraneous detail that form an impression on the human mind… As I (and many others) use the term, a narrative is a gem for conversation, and may take the form of an extraordinary or heroic tale or even a joke… Popular narratives may have a spirit of “us versus them,” a Manichean tone of revealed evil described of others in the story…. It is not generally a researched story, and may have glaring holes, as in “urban legends.” The form of the narrative varies through time and across tellings, but maintains a core contagious element, in the forms that are successful in spreading.

La versión de Meleán lo tiene todo: emoción, heroísmo, maniqueísmo, algunos hechos y poca investigación. Y parece ser, en sí misma, consecuencia de un contagio que no ocurrió en el vacío. Uno de los recursos utilizados por Shiller para ilustrar el carácter “viral” de las ideas es Google Books Ngram Viewer, que calcula la proporción de veces que aparece una palabra o frase con respecto al total de palabras en una base de datos, conformada por libros publicados en distintas partes del mundo el año en cuestión y digitalizados después. Puede notarse que “explosión social”, “estallido social” y “paquetazo” alcanzan picos entre 1989 y 1990, aunque ya se utilizaban en 1940. Estos picos coinciden con el Caracazo y la caída del Muro de Berlín. Es notable cómo “Caracazo”´, que comienza a utilizarse en 1989, parece no tener un pico tan significativo: con un menor número relativo de apariciones, parece haber perdurado con relativa estabilidad hasta 2010.

Gráfico 13

Nota: en el eje vertical se lee el número de ocurrencias de la palabra o frase consultada, dividida entre el número total de palabras para el año, en porcentaje.

Sobre esta narrativa se construyeron otras. Hugo Chávez, que habría visto por televisión el Caracazo desde Fuerte Tiuna, luego de ir a buscar gasolina con un compadre que era coronel, tuvo la suya. Sin embargo, al comenzar su segundo período presidencial, en 2007, había reconocido que «nosotros en ocho años no hemos tocado el precio de la gasolina y de verdad que ya es una grosería vender la gasolina como la estamos vendiendo, mejor sería regalarla». Anunció su próximo incremento, requiriendo de su ministro de Energía y Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, recomendar “el modelo y el modo de manera que no afecte el transporte de alimentos, el transporte de la educación, ni nada de eso. No tiene por qué afectar el costo de nada». Cinco años después y en su tercera campaña electoral, no había subido el precio y se preguntaba “¿por qué en el Táchira y en el Zulia se acaba la gasolina tan rápido?”. Su respuesta: “porque se la llevan para Colombia compadre, los bachaqueros. Hay personas que echan gasolina hasta 20 veces en un día, llenan el tanque, dan la vuelta, lo vacían y lo llenan otra vez, producen tremendas colas y escasez”. Su decisión fue “poner un chip, no es ningún racionamiento, es una medida de control, para suministarle a cada quien la gasolina, casi regalada, que realmente necesita y no le falte a nadie”. Vale destacar que “bachaquero” no era palabra frecuente en Venezuela antes de 2012. Luego, su uso se esparció por todo el país, designando no sólo contrabandistas, sino a vendedores del mercado negro dentro de Venezuela.  Un neologismo es una de las características que Shiller destaca en las narrativas exitosas:

«The price increase between the end of the war and 1920 was widely blamed on people who were labeled with the newly-popular word “profiteer.” The Oxford English Dictionary gives first use of the word profiteer as occurring in 1912, but its use did not take off until late in World War I and after. None of the usual synonyms for profiteer (racketeer, exploiter, black marketer, bloodsucker, vampire) seem to have the same meaning and association with wartime fortune building at the expense of war heroes.»

La narrativa y sus derivaciones no influyeron únicamente sobre las decisiones de Chávez, sino también de su sucesor, Nicolás Maduro, y de sus opositores. Henrique Capriles, durante la campaña electoral de 2012, aseguró que “asumiendo el Gobierno vamos a eliminar ese chip para la gasolina que han impuesto a los Tachirenses, ahora los Zulianos, el Gobierno traslada al pueblo su incapacidad de controlar la frontera”, sin referirse al precio. Luego, en 2013, Julio Borges solicitó interpelar a Maduro en la Asamblea Nacional preguntando “¿cómo vienen ahora a decirnos que el Paquetazo Rojo era necesario? y peor aún ha sido la caradura de algunos voceros haciéndose los locos sobre las próximas medidas que están evaluando como la subida de impuestos y el aumento de la gasolina y los servicios públicos como la electricidad”. Maduro propuso en 2015 iniciar debate sobre el aumento de precios de la gasolina ante la Asamblea Nacional, lo incrementó en 2016, anunció un nuevo aumento que no llevó adelante en 2018 y, luego de varias semanas sin suministro de combustible en todo el país, puso en marcha un nuevo “esquema” en 2020. Entre sus críticos, ahora se cuenta el exministro Rafael Ramírez, quien afirma que con “el aumento de los precios de la gasolina y además la privatización de la distribución de combustibles, que se venderán a precios internacionales… el gobierno avanza en la aplicación de su paquetazo, con la dolarización de la economía…”.

Parece que, al menos, avanza una nueva narrativa. La  reducción súbita o gradual de subsidios y la privatización de empresas públicas fueron temas discutidos en múltiples espacios diferentes, aunque con especial agresividad durante las campañas electorales. Tras semanas de pandemia, meses de sanciones y años de hiperinflación, migraciones y deterioro de capacidades productivas en Venezuela, palabras extraídas de estas discusiones se combinan con expresiones como “el bolívar ha muerto”  y “la escasez de combustible generó un mercado negro en el que la gasolina cuesta hasta 3 dólares el litro”. Este contexto, Maduro anunció haber traído gasolina “del exterior, de Irán y otros países, la hemos pagado con dólares y mucha gente me propone, y estoy de acuerdo, que la gasolina hay que cobrarla«. Dijo haberse acompañado de empresarios privados, sin dar a conocer las reglas para participar en el negocio ni hacer convocatoria abierta. Por el contrario, sin haber definido  el margen de comercialización que recibirían las gasolineras, PDVSA dio un plazo de 72 horas a por lo menos 10 concesionarios para entregar el expendio, aduciendo que podía “rescindir el contrato de forma unilateral y en cualquier momento sin hacerse responsable por daños y perjuicios ni por ningún otro concepto”. Para Wilmer Ruperti, “un controvertido magnate naviero” según AP, su participación como empresario privado en la importación de gasolina  “no es un asunto de negocios personales… es un asunto de beneficios para un pueblo que está sufriendo las consecuencias de muchas medidas que se han tomado en el ambiente político”. Su motivación para transportar gasolina a Venezuela habría sido ”evitar que la creciente escasez de combustible detone una explosión social que… podría ser peor que cualquier situación provocada por el COVID-19.”

No toda la gente que propone cobrar la gasolina es igual. No todos los empresarios privados son iguales. No todas las explosiones sociales son iguales. Tal como apunta Shiller,

«The meanings of words depend on context and change through time. The real meaning of a story, which accounts for its virality, may also change through time and is hard to track in the long run.»

Por 31 años, el “derecho del venezolano” a la gasolina “barata” ha tenido defensores más convencidos y más convincentes que los “derechos” a una política fiscal coherente, un sistema de precios funcional y un diseño institucional que refuerce la rendición de cuentas, la innovación y la productividad. En 2020 una nueva narrativa puede estar conformándose. ¿Cuántos repiten que si hay un precio de la gasolina marcado dólares, es porque se vende a precios internacionales? ¿Cuántos  aseguran que bastaría con eliminar el bolívar para que todos, cobrando en dólares a salarios internacionales, pudieran pagar la gasolina a precios internacionales? Dice Shiller:

«There are serious issues of inferring causality, distinguishing between narratives that are associated with economic behavior just because they are reporting on the behavior, and narratives that create changes in economic behavior.»

Si la vieja narrativa está mutando en estos días, en la nueva parecen persistir algunos elementos: quizás siguen ausentes la necesidad de una política fiscal coherente, un sistema de precios funcional y un diseño institucional que refuerce la rendición de cuentas, la innovación y la productividad.

Por: Ronald Balza Guanipa