Dentro del proyecto Propuestas para el presente y el futuro de la economía en Venezuela, en cuanto a lo que el área de educación se refiere, Leonardo Carvajal, del Centro de Investigación y Formación Humanística de la UCAB, en su ponencia plateó y a su vez respondió la siguiente interrogante ¿Cómo buscar una educación de calidad en un país que ha perdido el 80% de su Producto Interno Bruto en los últimos siete años?
«Sabemos que la calidad de nuestra educación, expresada en el factor de la formación intelectual y en valores de nuestros jóvenes, ha venido cayendo en picada desde los años 90. Sabemos que se agravó esa caída durante el chavismo; pero en especial por el éxodo laboral docente desde la etapa de la hiperinflación y luego por la pandemia, en la cual el mantra de la “educación online” probablemente ha significado 3 cosas: el nulo aprendizaje para las mayorías estudiantiles populares; el menor aprendizaje para la minoría que si ha podido educarse virtualmente; y el ensanchamiento de la brecha educativa entre los sectores sociales. Valdría la pena estudiar lo realmente ocurrido entre nosotros para calibrar mejor las tareas de recuperación, siquiera sea parcial, que se deberían acometer al respecto.
En cuanto a las propuestas a formular para promover una educación de calidad, repase las que, durante el año 2011, trabajamos en el Foro CERPE una treintena de personas, varias de las cuáles hoy estamos aquí. Pero las que han variado, y mucho, son las circunstancias. Debemos entonces acoplar las propuestas educativas a un marco macroeconómico de devastación, pues los economistas señalan que entre el 2013 y el 2000 perdimos el 80% de nuestro producto interno bruto.
¿Cómo y en qué tiempo podremos salir de este abismo? Confieso que soy incapaz de imaginar un futuro de largo plazo. Solo quiero enfocarme en la laboriosa etapa de una transición, de incipiente inicio y duración incierta. Porque la utopía infantil de la caída y mesa limpia no ha sido ni será viable. Se trata, pues, no de intentar asaltar la cima (con c) desde la sima (con s) en la que caímos. Se trata de escalar progresivamente desde la sima (con s) hasta el llano. Perdimos dos décadas esperando a Godot, prestos a asaltar el cielo. Ahora creo que debemos encaminarnos a una transición al modo lópezcontrerista, o adolfosuarista, o deklerkmandelista.
A partir de tales premisas, creo que siguen siendo válidas las líneas matrices de las 7 propuestas del Foro CERPE que formulamos una década atrás, en el libro Educación para transformar el país, a saber: 1) Formar con calidad a todos, como personas, ciudadanos y productores 2) un currículum centrado en valores y competencias 3) una educación que capacite para el trabajo productivo 4) educadores valorados y evaluados con justicia 5) nueva gerencia para las escuelas liceos y universidades 6) un sistema educativo descentralizado, articulado al entorno digital y las redes sociales 7) un financiamiento educativo prioritario, equitativo y eficiente.
Pero debemos repensar varias de las medidas concretas que entonces proponíamos, abandonando una perspectiva solo sectorial y atendiendo también a los muy muy diferentes circunstancias económicas que vivimos.
Veamos un par de ejemplos, asaz significativos. Tanto en el 2011 como incluso en el 2015, cuando José Francisco Juárez y yo formulamos en el documento De la UCAB al país que queremos, planteábamos como medidas para que los salarios de los docentes fuesen competitivos, elevar los del docente I al menos a tres salarios mínimos y los del docente VI al menos a 5 salarios mínimos; y para el caso universitario que el profesor instructor ganase al menos 4 salarios mínimos y el profesor titular al menos 10 salarios mínimos. Esas proporciones no tienen ya el más mínimo sentido, dado el anclaje abismal en el que se ha mantenido el salario mínimo en Venezuela.
Pero entonces, ¿a cuánto deben ascender los salarios de los educadores, para contener su éxodo laboral y volver a repoblar las aulas con profesionales que han sido sustituidos por advenedizos? Los parámetros de referencia deben ser otros. Y, en similar terreno, ¿Cuánto habría que invertir per cápita por alumno del subsistema básico? En el 2011 escribíamos qué se estaban invirtiendo 2.263$ anuales en promedio por cada niño y adolescente estudiante y que se debía “ascender prontamente al menos a $4000 anuales” Esos parámetros, para una etapa de transición por venir, creo que no podríamos seguirlos planteando. Porque ello implicaría, si fuesen 6.000.000 los alumnos de ese subsistema básico, invertir nada menos que 24.000 millones de dólares al año. Tampoco se debería ni se podría mantener el inequitativo desequilibrio de inversión en favor de la educación superior, la cual, en Venezuela, ha alcanzado un porcentaje cercano a la mitad de todo el presupuesto educativo nacional. Juntando ambas referencias, se tendría entonces que el presupuesto educativo anual del país debería rondar los 50.000 millones de dólares. ¿Sobre qué posaderas se sentaría esta cucaracha?.
Sostengo, entonces, que estamos obligados los educadores a no transitar la posible y deseada transición mirando solo a nuestra lógica sectorial. Debemos mirar al conjunto de factores y realidades. No debemos caer en el pedigüeñismo. Hay reformas drásticas en el modus operandi del sistema educativo, en especial de su nivel superior, que han sido postergadas desde hace 30 años y que deben acometerse. Hay mitos como el de “la indisoluble unión de los roles de docente e investigador que debe tener todo profesor universitario” que han llevado a despilfarrar decenas de miles de millones de dólares sin contrapartida para la nación.
En cuanto al mito de la irrestricta gratuidad de la educación en las universidades públicas, tercamente mantenido desde los años noventa cuando se intentó una sensata reforma al respecto, ha de encararse, pues no ha habido ni habrá presupuesto alguno que resista mantenerlo. Pero esa importante arista no cubre la magnitud del problema del financiamiento de nuestra educación superior. Se necesita un paquete de medidas de reforma y allí sostengo que sí siguen estando vigentes las medidas que propusimos desde el Foro CERPE de las cuales citaré algunas: A) establecer sistemas obligatorio de evaluación y acreditación de los programas de las instituciones del subsistema superior B) las universidades y el resto de las instituciones del subsistema deben funcionar integradas en redes regionales, sin desmedro de sus autonomías, para optimizar el uso de sus recursos físicos, financieros y humanos C) los salarios de los docentes deben ser competitivos pero deben establecerse no en función de los denominados tiempos de permanencia sino en función de precisas y permanentes evaluaciones del desempeño de las tareas de enseñanza-aprendizaje extensión y gerencia y de la evaluación de los productos de las tareas de investigación D) el tiempo de trabajo necesario para alcanzar la jubilación de los profesores e investigadores universitarios debería alargarse hasta los 35 años de servicio E) también ha de establecerse que los profesionales egresados de las universidades públicas deben contribuir con el financiamiento de las mismas mediante la creación de un impuesto de solidaridad intergeneracional.»